Ayer, cuando “crecí”.

- ¿Tu preocupado? Yo a tu edad me reía del mundo.
Mi Padre

Es realmente complicado tratar de recordar cosas como: ¿En qué momento dije mi primera palabra? ¿Cuál fue el primer pensamiento que paso por mi mente?  O aún cosas más simples como ¿En qué momento dejé de ser niño?
Es una pregunta bastante difícil ya que puede que nadie tenga una respuesta concreta. Sin embargo puede ser muy interesante ver nuestras vidas en retrospectiva tratando de encontrar por lo menos una razón que nos obligó a dejar los dulces y chocolates para cambiarlos por “obligaciones y responsabilidades”.

La mayor parte de las personas asumen que la niñez es la mejor  etapa en la vida de un ser humano, pero si en realidad es tan bueno ¿Por qué dejamos de ser niños?
Ciertamente cuando crecemos nos vamos dando cuenta que el mundo va perdiendo “magia” poco a poco; desde el momento en que nos dimos cuenta que Santa Claus no traía los regalos, hasta el momento en que descubrimos de dónde vienen los bebés en realidad.

Pareciera que la humanidad está diseñada de tal manera en que disfrutes con toda plenitud los primeros años de tu vida, ya que son aquellos años en los que el mundo es completamente tuyo.  Los adultos se ocupan de cubrir todas tus necesidades y también cumplir tus caprichos. Durante la niñez siempre sobra la gente que nos llena de dulces y juguetes, como si estuvieran tratando de compensarnos por la miseria que nos espera en el futuro.

Y en realidad así es, mientras pasan los años pareciera que el mundo se vuelve cada vez más gris y monótono. Mientras somos pequeños pareciera que no hay límites; un día pensamos que podemos llegar a ser bomberos y al día siguiente queremos ser astronautas, como si no hubiese nada que nos lo impidiera.

Pero volvemos a la pregunta inicial, ¿En qué momento perdimos esta motivación? Es una pregunta que puede llegar a ser frustrante. Es interesante notar que para la mayoría de las personas siempre será un momento triste traer a la mente aquellos momentos en los que fue niño y compararlos con su situación actual. Casi siempre serán mejor esos recuerdos que lo que se vive en el momento.
Sin embargo también es importante recordar la manera en que pensábamos antes. Ciertamente cuando éramos pequeños nuestra mayor aspiración era llegar a ser “grandes”.

 Antes jugábamos a la mamá y el papá, fingíamos rasurar nuestro fino rostro con los rastrillos de papa y las niñas se ponían las zapatillas de mamá aun cuando no pudiesen dar más de tres pasos sin caer. Y lo hacíamos con tanto entusiasmo que realmente parecía que estábamos ansiosos porque llegara el día en que nos hiciéramos “grandes”. Entonces ¿Por qué ahora que somos grandes nos lamentamos tanto por ello?
Arthur Schopenhauer fue un filósofo alemán que ilustró muy bien este punto con la siguiente frase: “El hombre no es nunca feliz, pero se pasa la vida corriendo en pos de algo que cree que le hace feliz. Rara vez alcanza su objetivo, y cuando lo logra solamente consigue verse desilusionado."  

Quizás ese es el primer error que cometemos como seres humanos, el error de anhelar algo que aún no necesitamos. A causa de esta equivocación es que somos orillados a hacer cosas que a largo plazo nos llevarán a esa desilusión.

En realidad fuimos nosotros quien decidimos quedarnos despiertos toda la noche para ver quién ponía los regalos en el árbol, también fuimos nosotros los que decidimos investigar más allá para darnos cuenta que los bebés no vienen precisamente de la cigüeña.

Sería muy fácil culpar a nuestros padres y a toda la humanidad por quitarnos aquella etapa tan preciada como fue la infancia. Sin embargo la verdad es que  fuimos nosotros mismos los que decidimos despojarnos de este estado de inocencia pura.

A pesar de todo, dejar atrás la infancia es algo completamente inevitable. Pero si en realidad queremos seguir viviendo con la misma plenitud, el momento de “crecer” debe ser aquel instante en el que frenamos todos aquellos deseos que aspiran a cosas innecesarias. No significando que soñar es malo, pero es necesario tomar en cuenta que quizás nuestros sueños no siempre sean lo que realmente queremos. Es decir, no queremos volver a descubrir que Santa Claus no es quien pone los regalos bajo el árbol.


Tristemente por más doctrinas que intentemos seguir, la infancia es algo que ya no volverá jamás. Es algo revelador darnos cuenta que por culpa de nuestra ambición como humanos perdimos un regalo tan preciado como lo fue la infancia. Sin embargo la seguimos practicando en nuestro día a día esperando obtener cosas que en el momento son completamente innecesarias. Entonces, ¿Cuántas cosas más queremos perder por culpa a nuestra codicia?

2 comentarios:

  1. Los niños no le prestan atención a las limitaciones de sus sueños: llegar a ser astronauta, doctor, un super héroe etc. Para ellos, todos estos objetivos son fáciles de cumplir. Conforme vamos creciendo, nos damos cuenta de que esto no es así
    Aprender lo que realmente queremos, es el momento en el que dejamos la infancia, me gustó que lo notaras.
    Excelente trabajo.

    ResponderEliminar
  2. excelente texto, felicidades tienes muy buena redacción, tienes mucha razón en que no tiene nada de malo soñar pero que muchas veces también nosotros nos limitamos debido a que creemos imposible algunos suennos locos que podamos llegar a tener. y también que muchas veces dejamos nuestro yo interno a un lado por lo que la sociedad nos dicta

    ResponderEliminar